Tras el escándalo de Ferraro, Caputo acumula más poder y se convierte en el nuevo súper ministro de Milei


El presidente Javier Milei decidió el despido del ministro de Infraestructura, Guillermo Ferraro, luego de que, desde la Casa Rosada dejaron trascender a media tarde, que alguien había filtrado información reservada a un medio periodístico.

Específicamente, le atribuyeron a ese sujeto todavía sin rostro, haber hecho trascender que había difundido la frase del presidente hacia los gobernadores: «los voy a dejar sin plata, los voy a fundir», haciendo alusión a aquellos que no apoyan la Ley ómnibus.

Ya para la noche, Ferraro era el indiscreto descubierto y el Gobierno lo eyectó, por orden de Milei y con la autoría material del despido en manos del jefe de Gabinete, Nicolás Posse.

Ahora bien. Nadie se ha preguntado como supo el presidente que Ferraro filtró la información. ¿El periodista de Clarín beneficiado por la información remató a su fuente ministerial y se la ofrendó en bandeja de plata a Milei? ¿Alguien vio a Ferraro cuchichear con un periodista del mencionado medio en un rincón detrás de un malvón? ¿Llevaba el ahora ex ministro, un micrófono oculto en su solapa? ¿O simplemente dijo «sí, fui yo»? Nada de eso ocurrió.

Es probable que la suerte de Ferraro estuviese sellada desde hace tiempo y que su momento de la despedida hubiese llegado. El gobierno tomó la decisión y elaboró una narrativa que, además, le sirve para aleccionar al resto del gabinete sobre sus relaciones con la prensa, como el caso del funcionario todavía anónimo, que le aseguró a la periodista Silvia Mercado que los perros del presidente ya residían en Olivos cuando esto todavía no era así, lo cual enfureció al titular del Ejecutivo.

Hay dos elementos que habrían sellado el fin de Ferraro. Uno es que Infraestructura era el único ministerio que parecía no haber empezado a funcionar. Los funcionarios de terceras líneas que son los que realmente operativizan la gestión, ni siquiera habían sido nombrados, los que el ex ministro proponía no satisfacían al presidente, ni al jefe de Gabinete ni a Karina Milei, secretaria General de la Presidencia y eran vetados sistemáticamente.

Caputo, el nuevo súper ministro de Milei

«El tipo estaba desesperado, no le dejaban hacer nada, lo tenían cercado. Milei no le atendía el teléfono hace rato, Posse se cansó de discutir con él, y (Luis) Caputo nunca quiso que existiese el ministerio, se quería quedar con todas las cajas fuertes del gobierno», explicó una fuente de Casa Rosada que no aprendió la lección y habló con el diario, bien tempranito esta mañana.

Ahí surge un dato sustancial. Luego del ministerio de Economía, no existe otra con mayor caja política que lo que fue Infraestructura. En ese ministerio se contenían secretarías como Obras Públicas, Transporte, Vivienda y la estratégica Secretaría de Comunicaciones y Conectividad, que lleva adelante la jugosísima licitación del 5G que generará ingresos fabulosos al Estado. Por trazar solamente un paralelismo, el Ministerio de Justicia tiene la mitad del presupuesto con el que cuenta la más pobre de todas las secretarías enumeradas.

La decisión del presidente no es la de reemplazar al supuestamente indiscreto Ferraro, sino, una vez mas, modificar la Ley de Ministerios y diluir dicha cartera, para colocar todas sus poderosas secretarías bajo la órbita de Economía, es decir, de Caputo. Acumuladas todas allí, «Toto va a ser el ministro mas poderoso de la historia de la democracia. Nunca jamás todas esas áreas estuvieron bajo el poder la misma persona. De hecho, si mirás la delegación de facultades de la Ley Ómnibus, quien las va a recibir formalmente es el Presidente, pero de hecho todo queda en manos de Caputo. Un funcionario que no votó nadie, queda con la suma del poder público, una locura», analiza un diputado del PRO, avezado en cuestiones económicas.

El ministro de Economía ya le había arrebatado a Ferraro, en el momento del diseño del gabinete, dos áreas clave: Energía y Minería, fuentes de ingresos extraordinarios para el país y, dependiendo de su mejor o peor explotación, también de gastos. Ese «manoteo» de las áreas de último momento, resintió la relación entre ambos ministros y puso en alerta a Ferraro sobre las intenciones de Caputo. No iba a ser un «ministro de deuda» o de finanzas, como se especulaba, iba por todo.

A diferencia de lo que hubiese pasado con cualquier otro presidente, los tuits de Caputo buscando amedrentar gobernadores el día miércoles, que bloquearon la media sanción de la Ley Ómnibus en la Cámara de Diputados, no generaron un reto o una incomodidad del jefe de Estado, sino una felicitación.

En el chat de ministros, cuando detectaron que Milei estaba eufórico con los ataques de Caputo a las provincias, el resto de ellos se subió a las chanzas y los halagos al titular de Economía. «Bien Toto, están todos cagados», escribió una colega del gabinete. El único que no respondió a la festejada bravuconada fue Ferraro, quien se veía venir la avanzada.

El Gobierno anunció la creación de un organismo que existe desde 1962.

«Cortinas de humo»: lo importante es la narrativa

Más allá de toda la interna ministerial, lo llamativo, volviendo al principio, es que todos hemos dado por sentado que el exministro es un «soplón» y ese fue el motivo de su despido. Y eso es una puesta en escena, un dibujo comunicacional, una narrativa ideada para simplificar las motivaciones del despido, para la tropa de seguidores, una hipótesis que rápidamente diseminaron los trolls mileístas y compraron los medios de comunicación.

Lo mismo había ocurrido por la mañana, cuando el vocero Manuel Adorni anunció que el presidente quiere que dentro del Ministerio Público Fiscal funcione una Fiscalía Especial que investigue la corrupción. En redes y medios empezó a especularse como funcionaría dicha unidad, que rol tendría y cual es su intencionalidad política. Nadie reparó demasiado en que ese organismo ya existe desde 1962. Hoy su nombre es Procuraduría de Investigaciones Administrativas (PIA), antes se la denominó Fiscalía de Investigaciones Administrativas. En la época de Raúl Alfonsín cobró alta notoriedad por el accionar de un letrado probo y decidido llamado Ricardo Molinas.

Alguna vez estuvo en manos del fiscal Manuel Garrido. Hoy es un organismo inerte, dado que lo ocupa un fiscal perteneciente a Justicia Legítima. Pero basta con reemplazarlo y eso es discrecional del Procurador General de la Nación.

La PIA tiene las mismas funciones que Adorni describió que iba a tener la supuestamente nueva unidad fiscal. Salvo la de investigar a los gobernadores y sus patrimonios, una amenaza ridícula y vana porque la Justicia Federal no tiene jurisdicción sobre los hechos ocurridos en territorios provinciales.

Pero la cortina de humo estaba en marcha. Hasta el despido de Ferraro, todo el día fue el tema de conversación en redes y medios sin considerar que el órgano ya existe hace 60 años. Milei y los suyos han descubierto que de nada importa la realidad, lo relevante es la narrativa lo que se cuenta con fiereza, porque eso hace que nadie vea lo que en verdad pasa. Mucha gente cree que el Banco Central ya se cerró y, por cierto, que ya no se emite moneda. Allá ellos.

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