Denuncian que el pase sanitario estigmatiza a quienes prefieren esperar para vacunarse


Actualmente, la mayoría de los gobiernos está presionando a la población reticente a vacunarse a través de medidas como el pasaporte sanitario.

Mientras la ONU afirma que «la vacunación forzada no es admisible bajo ninguna circunstancia» y la OMS continúa sin ampliar su lista de ocho fármacos de emergencia, dejando fuera a la vacuna Sputnik V, ni confirmando la aprobación plena de los sueros, la mayoría de los gobiernos presionan a la población reticente a inocularse con la herramienta del pasaporte sanitario.

En el preciso momento que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la pandemia de coronavirus y los gobiernos de muchos países decretaron estrictas cuarentenas confinando en sus hogares a las personas sanas, cuestión que no tiene antecedente en la historia de la medicina mundial puesto que, en el pasado, sólo se encerraba a los enfermos y su entorno, el manejo de la infección que trastocó la vida diaria planetaria, dejo de ser un tema de la esfera de la ciencia para convertirse en una cuestión eminentemente política que terminó afectando la economía y la sociedad.

Por ello, no es de extrañar que muchos científicos entren en polémicas acerca de casi todos los puntos que rodean al virus Sars- CoV-2. No existe un consenso monolítico entre los expertos acerca de cuestiones como, el origen del virus, su tratamiento, la utilidad de las cuarentenas, la efectividad y seguridad de las vacunas anti Covid-19, o la implementación del pasaporte sanitario. A lo largo de estos dos años de crisis el mayor consenso se ubica en la necesidad de preservar las prácticas higiénicas, el uso del barbijo, y observar cierto distanciamiento en lugares cerrados o poco aireados.

En muchas ocasiones, existe una tendencia dominante que se manifiesta en los medios masivos de comunicación, a través de científicos y médicos, que aseguran que la inoculación de la población con vacunas que son de emergencia y el uso del pasaporte sanitario son medidas excelentes y extraordinarias, completamente necesarias. Muchos de estos «bustos parlantes», como suele denominar la prensa sajona a los expertos en cualquier tema que ocupan el tiempo de los medios, son los principales asesores de los gobiernos nacionales.

Sin embargo, sus prédicas no parecen incidir en aquella parte de la población que prefiere esperar para vacunarse y no es anti vacunas porque suelen tener un historial de haberse inmunizado anteriormente contra otras enfermedades con sueros probados a lo largo de los años y con un mayor grado de certidumbre en torno a su seguridad, ni mucho menos con los que se declaran abiertamente anti vacunas, un movimiento de personas menor en número a los que prefieren más pruebas antes de pasar por el vacunatorio, ni tampoco a los que dirigen las principales organizaciones políticas del mundo.

La vacunación obligatoria «debe siempre respetar los derechos humanos y forzarla no es aceptable», consideró el miércoles 8 de diciembre, la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, Michelle Bachelet.

«Bajo ninguna circunstancia, la gente tiene que ser vacunada a la fuerza, aunque si una persona se niega a cumplir con la obligación de vacunarse puede tener consecuencias legales, como por ejemplo una multa apropiada», dijo Bachelet en un mensaje de video.

Bachelet advirtió que hay que tomar en cuenta importantes consideraciones de derechos antes de hacer obligatoria la vacunación.

«Debe cumplir con los principios de legalidad, necesidad, proporcionalidad y no discriminación«, explicó, según se lee en una transcripción de sus palabras durante un seminario del Consejo de Derechos Humanos.

Esta declaración parece poner un freno a la propuesta de la Presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, quien recomendó a principios de diciembre que «es necesario abrir el debate y potencialmente pensar en la vacunación obligatoria» para terminar con la incertidumbre que generan, a los vacunados, más de 150 millones de europeos que no quieren poner el brazo.

Crece la polémica sobre medidas como la vacunación obligatoria y el pase sanitario.

En la Unión Europea las estadísticas muestran sociedades que son más proclives a la inoculación de sueros que otras naciones. Por ejemplo, frente al elevado nivel de vacunación de Irlanda, España y Portugal, otros como Eslovaquia, Croacia, Polonia y Eslovenia tienen tasas por debajo del 55% de su población total. En Bulgaria, el porcentaje es del 25%, o del 38% en el caso de Rumanía.

Los países del este europeo que sufrieron las dictaduras comunistas en el siglo pasado mantienen fresca la memoria de la opresiva acción estatal de los gobiernos de ese signo ideológico que tiene su réplica en lo que ocurre en la Rusia de Vladimir Putin donde la población de ese país, es renuente a vacunarse, inclusive con el suero del Instituto Gamaleya, Sputnik V, de mucha difusión en la Argentina, pero de poca inserción en la población rusa. El sitio ourworldindata.org reporta que sólo el 41,3% de los habitantes de Rusia tienen las dos dosis aplicadas.

La OMS. organismo rector de la salud mundial puesto en entredicho entre otros puntos por su investigación acerca del origen chino del coronavirus, suscribió lo expresado por la política de origen chileno, Michelle Bachelet.

«La vacunación obligatoria es el último recurso» sostuvo el director europeo del organismo Hans Kluge. «La obligación respecto a la vacuna es un absoluto último recurso y solo aplicable cuando todas las opciones viables para mejorar los índices de vacunación se hayan agotado».

Para Catherine Smallwood, directora del área de Emergencias de la OMS –Europa, «…tenemos herramientas que permiten proteger nuestra vida y la vida diaria, depende de cómo y cuándo aplicarlas. Adoptar medidas de último recurso como confinamientos o intervenciones discriminatorias se debe a que no se han usado las herramientas de modo apropiado» y Kluge coincidió en la necesidad de pasar de una estrategia de «reacción a otra estabilizadora, basada en varios puntos: impulsar la vacunación, administrar la dosis de refuerzo, duplicar el uso de mascarillas en interiores, ventilar los espacios concurridos, aumentar el número de test y adoptar rigurosos protocolos para casos severos».

Estos funcionarios se ven presionados por políticos como los representantes del gobierno de Austria que mencionaron la idea de hacer obligatoria la vacunación. Aparte de Austria, hasta la fecha, únicamente planea apostar por esta medida Grecia, aunque de forma parcial, para los mayores de 60 años. El nuevo Canciller de Alemania, Olaf Scholz, ha dicho que apoya la medida pero no ha anunciado ningún plan concreto.

En ese sentido y para apaciguar los ánimos de los que abogan por la vacunación obligatoria con productos que no están completamente certificados, se extiende la utilización de un pasaporte sanitario que, al ser demandado para realizar numerosas actividades de toda índole, empujan a las ciudadanías del mundo a la vacunación de manera indirecta y eficaz.

Los países han dado todo tipo de incentivos a sus ciudadanos para que opten por vacunarse.

Lo que ocurre en España, Italia, Francia, Estados Unidos con el Green Pass, tiene su capítulo vernáculo en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, donde Axel Kicillof y su equipo sanitario es uno de los máximos defensores de la intervención estatal en las decisiones individuales.

Para el biólogo y escritor Eduardo Wolovelsky, «con el certificado de vacunación obligatorio marchamos hacia una especie de totalitarismo sanitario». El autor de Obediencia imposible. La trampa de la autoridad de Editorial El Zorzal, justificó, «El tema de la vacunación, y quiero aclarar que yo no soy anti vacunas y además me vacuné con la que había en ese momento, en medio de un cambalache nacional por conseguir vacunas, es muy complejo e íntimo».

Además, explicó «…seguimos abriendo cajas de Pandora que después no podemos controlar. A mí me gustó una definición de una historiadora de Harvard acerca del inicio del régimen nazi que comenzó como un régimen de diagnóstico, se opone a éste individuo con respecto a éste otro. Una cuestión que no es patrimonio de la Argentina sino que sucede en muchas partes del mundo y los gobernantes parece que se copian unos a otros. Caminamos hacia una especie de totalitarismo sanitario. Y, ¿para qué sirve el carnet de vacunación? Porque la vacunación te protege frente a la forma grave de la enfermedad, no baja el nivel de contagios, la gente se sigue contagiando con cepas nuevas y, entonces, ¿porque quiero vacunar a los chicos y a los adolescentes de esta forma y exigirles un carnet si pueden contagiar igual? Todo es muy cuestionable».

Para Pablo Goldschmidt, doctor en farmacología molecular, uno de los científicos más destacados de nuestro país y defensor de las vacunas advierte, sin embargo, que los médicos y la población deben conocer sus pros y contras porque «estamos inmersos en un ensayo clínico, humano, trasnacional, planetario y todavía no sabemos todo acerca de las vacunas».

El académico alemán, Gunter Kampf, de la Universidad de Medicina de Greifswald, publicó, recientemente, en The Lancet, un artículo donde denuncia que se está estigmatizando a los no vacunados.

En su edición del 20 de noviembre pasado, el experto europeo, redactó, «en EE. UU. Y Alemania, funcionarios de alto nivel han utilizado el término pandemia de no vacunados, lo que sugiere que las personas que han sido vacunadas no son relevantes en la epidemiología del COVID-19. El uso de esta frase por parte de los funcionarios podría haber alentado a un científico a afirmar que los no vacunados amenazan a los vacunados contra el COVID-19. Pero esta visión es demasiado simple. Cada vez hay más pruebas de que las personas vacunadas siguen teniendo un papel relevante en la transmisión del virus».

En el Vaticano, por citar un ejemplo emblemático, el Papa argentino ha decretado, desde el 15 de octubre pasado, que quienes ingresen a su territorio, deberán enseñar el pasaporte sanitario obligatorio para ir a trabajar sin distinción de si el lugar es público o privado.

Si bien, existe un consenso mayor al afirmar que las vacunas protegen contra las formas graves de la infección, muchos son los científicos y sociólogos que se cuestionan, que si las vacunas no son capaces de detener la transmisión del virus, puesto que un vacunado también puede contagiarse y contagiar, ¿para qué se precisa un pasaporte Covid cuando en realidad las vacunas no evitan que otras personas se infecten?

La propagación de la enfermedad ha hecho que los países tomaran todo tipo de medidas para detenerla.

El médico vasco Juan Gérvas, académico de la Universidad Johns Hopkins y de la escuela de sanidad española sostuvo que, «un tema relevante a analizar es el tiempo que dura la inmunidad de las vacunas. Hay reportes oficiales de Suecia que indican que la inmunidad contra el contagio cayó a cero a los cuatro meses con AstraZeneca y lo mismo a los siete meses con Pfizer. Al no proteger contra el contagio, los vacunados covid19 pueden infectarse y contagiar a los no vacunados». Consultado acerca de poder alcanzar la inmunidad de rebaño, afirmó, «las vacunas covid-19 no producen inmunidad de rebaño/grupo. Es imposible lograr la inmunidad de rebaño/grupo si los vacunados se pueden contagiar, y pueden contagiar a los no vacunados».

Para muchos científicos, concurrir al vacunatorio, es una responsabilidad moral y ética porque ayuda, de manera comunitaria, a terminar con la propagación de la infección. Incluso se cita a Immanuel Kant, filósofo de la modernidad, para desprestigiar el supuesto egoísmo de los que no se quieren vacunar y especular con una posible inmunidad de rebaño producto de los que sí se vacunaron.

Sin embargo, la escasa duración de la inmunidad de las vacunas y la continua necesidad de reforzar el esquema con más dosis, llevan a Juan Gérvas afirmar, «…es falso, totalmente falso el me vacuno por mí y por ti. Cada cual se vacuna por el miedo, que es libre y respetable, pero no se puede aducir altruismo, ni erigirse en modelo de comportamiento ciudadano responsable. Los no vacunados covid19 aceptan el riesgo personal del enfermar al rechazar esa corta inmunidad artificial producida por las vacunas covid19, y eso es todo».

Para Gunter Kampf, «las personas vacunadas tienen un riesgo menor de padecer una enfermedad grave, pero siguen siendo una parte importante de la pandemia. Por tanto, es erróneo y peligroso hablar de una pandemia de no vacunados. Históricamente, tanto EE. UU. Como Alemania han engendrado experiencias negativas al estigmatizar a partes de la población por su color de piel o religión».

Y, terminó por expresar un llamamiento a los funcionarios de los gobiernos mundiales, «es necesario que se detenga la estigmatización inapropiada de las personas no vacunadas, que incluyen a nuestros pacientes, colegas y otros conciudadanos, y que hagan un esfuerzo adicional para unir a la sociedad».

Fuente: iprofesional.com

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